Como seres humanos, siempre estamos recibiendo estímulos sensoriales, y todo el mundo experimenta momentos de sobrecarga sensorial. Para los niños con problemas de procesamiento sensorial, esos momentos pueden ser especialmente abrumadores. Experimentar una sobrecarga sensorial puede ocurrirle a cualquier niño, pero suele ser más frecuente en niños que padecen TDAH, autismo u otros problemas de conducta. Es importante recordar que cuando los niños están sobreestimulados, no saben cómo afrontar lo que sienten. Puede que no sepan cómo comunicar lo que les angustia. Aquí es donde los padres y cuidadores pueden intervenir para ayudar.
Signos de sobrecarga sensorial
Aunque los niños de distintas edades presentarán diferentes signos de sobreestimulación, hay algunos que la mayoría de los grupos de edad tienen en común. Algunos signos típicos de sobreestimulación son el llanto, las rabietas, el mal humor y las crisis nerviosas. Otras cosas que hay que vigilar son que los niños se vuelvan más hiperactivos, excitados o incluso agresivos. Echa un vistazo a este artículo que contiene un desglose de los signos para los distintos grupos de edad.
Estrategias para calmar
Hay muchas estrategias diferentes para calmar a un niño sobreestimulado. Lo primero que puedes hacer es intentar buscar posibles desencadenantes o patrones que lleven a tu hijo a sobreestimularse. ¿Hay determinados sonidos, olores o actividades que provocan una sobrecarga sensorial? Si las hay, ¿cómo puedes adaptarte para que estas situaciones sean menos estresantes? Por ejemplo, usted nota que su hijo se agobia a menudo y parece tener una crisis cada vez que va al supermercado. Cuando se enfadan siempre se tapan los oídos y han dicho que hay demasiado ruido. En el futuro podrías intentar que tu hijo lleve tapones para los oídos/auriculares, para mitigar el ruido. Algunas situaciones pueden no ser tan sencillas, por lo que es posible que tengas que probar varias ideas y estrategias diferentes antes de encontrar una que funcione.
También podrías crear una estrategia de salida para tu hijo. Esto significa que hay que establecer un plan de ayuda antes de que experimenten una situación que pueda desembocar en una sobrecarga sensorial. Esto podría ser algo como tomarse un descanso fuera, volver a salir al coche o crear un espacio específico en su casa para que su hijo se calme. Los niños mayores, o los que pueden identificar por sí mismos cuándo se sienten abrumados, podrían desempeñar un papel más activo a la hora de establecer una estrategia de salida. Podéis trabajar juntos para elaborar un plan.
Otra opción es utilizar actividades sensoriales para ayudar a tu hijo a calmarse. Aquí tienes una lista de estrategias tranquilizadoras y actividades sensoriales para niños pequeños. Algunos ejemplos son crear un contenedor sensorial para tu hijo, envolverle bien en una manta y saltar en una cama elástica. No todas las actividades o estrategias sirven para todos los niños. Preste atención a cómo responde su hijo a las distintas actividades y ajústelas en consecuencia.
Estrategias en el momento
Pero, ¿qué hacer si tu hijo sufre una crisis sensorial y tus estrategias preventivas no funcionan? Has planeado una estrategia de salida o has hecho adaptaciones y, por alguna razón, hoy no te sirven de nada. Una opción es probar el coaching emocional. El coaching emocional es una estrategia de crianza que ayuda a los niños a reconocer y regular sus emociones. La idea es que los padres sean conscientes de las emociones de sus hijos y los acompañen a través de esos grandes sentimientos. El coaching emocional puede ser útil cuando esas estrategias preventivas también funcionan. Esta entrada del blog Help Me Grow profundiza en el coaching emocional.
Understood ofrece 5 consejos sobre qué hacer durante una crisis sensorial.
- Haz una evaluación de la seguridad: Durante este paso, puedes evaluar si alguien está herido o va a resultar herido.
- Tranquilízalo: Mantén la calma con tu voz y tu lenguaje corporal, y demuéstrale a tu hijo que estás ahí para él.
- Deja espacio: Si es posible, trasládate a un lugar tranquilo o silencioso.
- Baja el tono: Reduzca al mínimo los estímulos sensoriales, apague las luces, mantenga el silencio e intente no agobiar a su hijo.
- Piense en un plan para después de la crisis: ¿Cómo volverás a conectar con tu hijo una vez que haya pasado la crisis y cómo evitarás que vuelva a ocurrir cuando se haya calmado?
Como todos los consejos para padres, coge lo que te funcione e ignora el resto. Si has probado distintas estrategias con tu hijo y no funcionan, no pasa nada por pasar a otra cosa.