¿Sabías que la forma en que elogias a un niño puede estar relacionada con la mentalidad que desarrolla?
¿Ha oído alguna vez los términos «mentalidad de crecimiento» y «mentalidad fija»? ¿Conoces la diferencia? Una mentalidad fija es creer que no puedes aprender más o hacerlo mejor. Limita el aprendizaje a cómo son las cosas ahora. La mentalidad de crecimiento consiste en aceptar el reto. Como dijo Carol Dweck, es la diferencia entre el poder del todavía y la tiranía del ahora. Lo explica en este vídeo.
Una mentalidad de crecimiento es creer que puedes aprender y mejorar. Por ejemplo: un niño con una mentalidad de crecimiento, cuando se le presenta un reto como un problema matemático difícil, reconoce que, aunque sea difícil, puede hacerlo con práctica y esfuerzo. La mentalidad de crecimiento permite al niño abordar cualquier reto con ilusión y determinación. Mientras que un niño con una mentalidad fija en matemáticas podría decir algo como: «No puedo mejorar en esto». La mentalidad fija se inmiscuye en la capacidad del niño para abordar nuevos retos o nueva información.
Otro término que es importante conocer cuando se habla de mentalidades es «indefensión aprendida». La indefensión aprendida es el resultado de tener una mentalidad fija. Un ejemplo de esto es cuando alguien experimenta un fracaso una vez y luego no cree que pueda superarlo nunca, por lo que deja de intentarlo. La indefensión aprendida suele manifestarse cuando un niño está acostumbrado a que hagan las cosas por él. Piensa en la diferencia que supone animar a un niño a esforzarse por aprender.
Una de las cosas más sencillas que podemos hacer para que nuestros hijos pasen de una mentalidad fija a una mentalidad de crecimiento es ser conscientes de cómo les hablamos. Por ejemplo, una frase que probablemente fomente la mentalidad fija sería «Vaya, eres muy listo en matemáticas». Esto provoca la mentalidad fija porque elogias el ahora o el talento en lugar del proceso de cómo han llegado hasta ahí. Una frase que probablemente fomentaría una mentalidad de crecimiento sería: «Has trabajado mucho en matemáticas este año, mira cuánto has mejorado con las operaciones de multiplicación». A veces, cuando elogiamos a nuestros hijos diciéndoles que son inteligentes, dotados, talentosos, etc., les decimos involuntariamente que su valía depende de que sean eso. Pueden empezar a temer el fracaso. Cuando elogiamos sus esfuerzos, les animamos a seguir esforzándose. También aprenden a saber que las cosas no son fáciles ni naturales todo el tiempo. No es mi intención disuadir a los padres de que halaguen a sus hijos diciéndoles que son listos, superdotados, con talento, etc. En su lugar, añadamos también elogios a sus esfuerzos. Hay sitio para los dos.