Las comidas intencionadas: la clave de la felicidad familiar

Las comidas familiares: un tema que infunde miedo en el corazón de muchos padres agobiados y adolescentes angustiados por igual. Aunque a menudo es un calvario difícil de organizar, las comidas familiares intencionadas son increíblemente beneficiosas para todos los miembros de la familia. Demasiadas personas utilizan la hora de comer como una oportunidad para ponerse al día con el trabajo, ver la tele o llamar a un amigo. Ven la hora de la comida como un obstáculo que tienen que superar a lo largo del día, en lugar de verla como una pausa en el ajetreo, en la que puedes bajar el ritmo y descansar. Esto es lo que debería ser la hora de comer, para las personas y las familias. Cuando las familias convierten sus comidas en maratones de películas, o meten rápidamente las cenas en cajas para llevar, se pierden la parte más importante de la comida familiar: ¡la familia!

Los desayunos, las comidas y, sobre todo, las cenas deben ser momentos en los que la familia esté sentada alrededor de una mesa, desconectada y sin que el trabajo o los medios de comunicación la molesten, y centrada intencionadamente en los demás. Cuando las familias eligen activamente pasar la hora de la comida unos con otros, en lugar de hacerlo de forma independiente, cosechan los beneficios de la conexión y el vínculo que sólo pueden producirse siendo intencionados y estando presentes con la propia familia.

Reforzar los lazos familiares

Las comidas familiares regulares proporcionan un tiempo dedicado a la conexión en medio de las apretadas agendas de padres e hijos. Este tiempo compartido fomenta la comunicación, la confianza y el sentimiento de pertenencia a la familia. Los estudios indican que las familias que comen juntas suelen experimentar vínculos emocionales más fuertes y un mejor funcionamiento familiar. Estas interacciones crean un entorno familiar de apoyo en el que los miembros pueden compartir experiencias de su día, discutir los retos como familia y celebrar los éxitos de los demás. Las comidas familiares ayudan a reforzar los lazos familiares, cena a cena.

Mejorar la capacidad de comunicación

Las comidas familiares no sólo ayudan a los miembros de la familia a acercarse unos a otros, sino que pueden mejorar drásticamente las habilidades comunicativas de los niños. Entablar conversaciones durante las comidas familiares fomenta la escucha activa, la empatía y la capacidad de expresar los pensamientos con claridad. Todas ellas son habilidades maravillosas que los niños deben aprender, ¡y qué mejor lugar para hacerlo que en la mesa! Las investigaciones han demostrado incluso que bebés ¡pueden beneficiarse más de las conversaciones a la hora de comer que de que les lean! Los padres tienen la clave para enseñar a sus hijos a comunicarse y, lo sepan o no, la comunicación durante las comidas contribuye en gran medida a que sus hijos aprendan a comunicarse con los demás.

Desarrollar hábitos más saludables

Las comidas familiares consistentes e intencionadas suelen conducir a elecciones dietéticas más sanas para toda la familia. Cuando los padres saben que sus hijos comerán lo que ellos coman, tienden a servir más fruta y verdura y menos bebidas azucaradas. Este enfoque colectivo de la alimentación fomenta una nutrición equilibrada para todos y puede influir positivamente a largo plazo en la relación de los niños con la comida.

Pero comer juntos en familia no sólo fomenta hábitos más saludables en torno a la comida. Las comidas frecuentes e intencionadas también ofrecen a las familias la oportunidad de desarrollar otros hábitos saludables, como hablar de sus jornadas laborales y escolares, participar en pequeños rituales familiares y planificar acontecimientos futuros para que toda la familia esté conectada y se mantenga en sintonía.

Al fin y al cabo no importa qué tipo de platos se pongan en la mesa, qué haya en el menú o cuál sea el tema de conversación, pero cuando las familias se sientan juntas y disfrutan de un comida en grupo, son mejores gracias a ello. Sin pensarlo, los padres ayudan a sus hijos social, emocional e incluso académicamente cuando se sientan a hablar con ellos en la mesa. Y los hijos también ayudan a sus padres. La mayoría de los padres quieren participar en la vida de sus hijos, y una de las formas más fáciles de hacerlo es reunirse durante la comida y limitarse a escuchar hablar a sus hijos. Los niños compartirán más con sus padres cuando sepan que quieren escucharles. ¡Y no hay mejor lugar para escuchar que la mesa familiar!

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